La internacionalización de las PyMEs, el nuevo objetivo: El financiamiento, el mismo desafío
por Julián Suárez Migliozzi
Históricamente, tanto por cuestiones estructurales como de coyuntura, los empresarios PyME argentinos han desarrollado sus actividades en un contexto de escasa interrelación con el mundo, e incluso con sus pares locales. Han basado el crecimiento de sus empresas en un mercado interno difícilmente estable, lo cual muchas veces se ha traducido en problemas de sustentabilidad para un número importante de estas empresas. En el mejor de los casos, los mercados externos han sido tradicionalmente un nicho exclusivo de los grandes actores del empresariado nacional, quedando las empresas PyMEs al margen de las oportunidades que estos inagotables mercados generan.
Hoy, la realidad económica, tanto mundial como nacional, marca una agenda distinta a la que ha escrito la historia del tradicional empresariado PyME argentino. La apertura económica, el avance de la globalización, los adelantos tecnológicos y de las comunicaciones, sumados a la concreción de reformas – particularmente macroeconómicas-, plantean un nuevo escenario para el desarrollo emprendedor de las PyMEs argentina.
En efecto, el mercado mundial ya no parece un destino inalcanzable para nuestros productos. Incluso, superar la otrora infranqueable barrera del mercadointernismo debería al menos formar parte de la visión de un importante sector del empresariado PyME, que más allá de la euforia de los últimos años, no debiera conformarse con sus logros y, sí en cambio, debería plantearse objetivos más exigentes, tales como la integración competitiva a los mercados de bienes y servicios internacionales.
Estos inagotables y crecientes mercados generan, valga la redundancia, innumerables oportunidades. Claro que también plantean nuevos desafíos, particularmente en materia de competitividad. A saber: superar barreras tecnológicas, de ahogante restricción financiera, de escala, de logística y de cultura gerencial, entre otros. Particularmente el lastre que la tradicional y poco competitiva estructura de capital de las PyMEs exportadoras presentan atenta contra esta estrategia. Más del 75% del financiamiento de las pequeñas exportadoras (tanto exportadoras directas como indirectas) y más de un 60% de las medianas exportadoras (nuevamente directas e indirectas) se financia con reinversión de utilidades o aportes societarios, tal cual surge de la Encuesta Empresaria que IERAL lleva a cabo cuatrimestralmente. El ciclo de caja (proveedores-clientes) aporta un 20%-25% adicional, mientras que opciones no tradicionales, pero potencialmente más competitivas en términos de costo y plazos financieros, no superan el 2%. Llama la atención que el apalancamiento a través de financiamiento bancario no supere el 3% y 8% dentro de la estructura de capital de las pequeñas y medianas empresas exportadoras, respectivamente. Ello no hace más que remarcar lo acentuado del distanciamiento que existe entre el empresario PyME y los bancos, dos actores que necesariamente debieran mirar hacia el mismo lado y actuar en consecuencia, tal como demanda toda estrategia de crecimiento sustentable en el mediano plazo.
En este contexto, que genera nuevas oportunidades pero impone nuevos desafíos, la agenda de los hacedores de política, conjuntamente con los agentes económicos, debiera concentrarse en ensamblar las piezas de este rompecabezas lo antes posible, de forma de no perder el tren exportador que, a todas luces, ya se encuentra en el andén. Los beneficios de integrar a las PyMEs a una estrategia de crecimiento exportador no sólo redundarán en una mayor captación de divisas para el país, sino que además contribuirá a generar un tejido microeconómico más sustentable y potencialmente más equitativo.
1 comentario:
no entiendo
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