29 de octubre de 2010

Poner el cuerpo


Borges dijo alguna vez que durante el último segundo de vida de una persona, puede pasar que se le revele el sentido de su existencia; la razón de su muerte.

Nestor Kirchner es parte de una generacion que creyó en la política como herramienta de transformación, y en el Estado como instrumento principal de las clases populares para enfrentar a los grupos concentrados de poder. Su generación fue la última que se atrevió a dar la vida por esos ideales: puso su cuerpo frente a las balas de la triple A y los campos de concentración de la dictadura.


A los sobrevivientes, la vida volvió a sorprenderlos con la posibilidad cercana de convertir sueños en realidades. Ese milagro ocurrió con la inesperada elección de 2003, que llevó a Kirchner a la Casa Rosada. En estos años, y aún con errores y condicionamientos de todo tipo, se consiguió reconstruir la autoridad presidencial, poner en marcha politicas sociales revolucionarias, meter presos a los genocidas, desactivar la bomba de la deuda externa, y desarmar enormes negociados de grupos finacieros y economicos. Se creció como nunca, y se logró el increible resultado de reindustrializar el país, que venía en caída libre desde las políticas antinacionales de Martinez de Hoz.


Pero con el correr del tiempo, la toma de conciencia general del 2001 se olvidó. La propia sociedad cambió su agenda, a medida que se alejaba del infierno. Subida al caballo del consumo, empezó a demandar políticas que no estaban en el repertorio, que no estaban en las banderas, que no eran partes de las viejas luchas, que hablaban mas de los egoismos de la década del noventa, que de los sacrificios de aquellos jóvenes de los 70.


¿Podía evitarse eso? ¿Podía Kirchner ser diferente a si mismo? ¿Era inevitable que la sociedad se cansara de un gobierno? ¿Faltaba inteligencia, pragmatismo, sentido de la oportunidad, saber seguir la ola? Lo seguro era que no habría una tercera chance para esta generación. Lo que no se hiciera en este período, quedaría trunco. ¿Que hacer entonces con todo lo que faltaba, con todas las transformaciones inconclusas? ¿Que hacer para revertir la tendencia?


El destino quiso que ayer por la mañana el corazón de Nestor Kirchner no resistiera el peso de un país. Dos operaciones este mismo año le habían señalado las limitaciones que insistió en desconocer. Y era lógico que así fuera. Nestor terminó poniendo su cuerpo, y se fue a reunir con sus compañeros y compañeras que lo hicieron también hace treinta años, sin importarles otra cosa más que el destino del país y la felicidad del pueblo. En este sentido, su muerte cierra un circulo perfecto.


Tan grande acto de generosidad por una causa política, totalmente desactualizado para una sociedad anestesiada como la nuestra, causa admiración, respeto o, al menos, descoloca a sus adversarios. Quienes tuvieron la bajeza de festejar por un momento su muerte, deben estar reflexionando. El enorme hecho politico que constituye su despedida, el reconocimiento del pueblo y los países hermanos, no puede confundirse con un evento más, totalmente coyuntural. La muerte de Kirchner entró directamente en la historia del país, y representa un momento bisagra que revierte la tendencia iniciada durante el conflicto con las patronales del campo. Va a quedar en la memoria de millones de personas, junto a la fortaleza de la presidenta, que enfrentó su dolor y lo compartió con el pueblo en jornadas interminables.


Voluntariamente o no, inconcientemente o no, Kirchner resolvió con su muerte el problema de la continuidad del proyecto de reconstrucción nacional. Con el sacrificio personal, saltó el cerco del relato mediático-opositor, que convenció a la clase media de la existencia de una figura megalómana que anteponía su vocación de poder ante todo. Si, es cierto. Para eso pagó con su vida. Si, se fue, pero blindó a Cristina de una manera única. En adelante, cualquier deslealtad será inadmisible, y condenada en las urnas en octubre de 2011. Si, nos dejó, pero puso fin a la polarización política, que obligaba a todos los opositores a atacar lo hecho por el gobierno, como un acto de fe antiK.


Pero sobretodo, envió un mensaje a la sociedad, al dejarnos a Cristina como parte de lo que más amaba (pensemos que si él hubiera sido reelecto como todos especulaban, hoy estaría jurando Cobos). Con ese hecho, reinvindicó también la comunión entre el amor y la militancia, que es un valor sagrado del peronismo, y guía de aquella generación que dio la vida en los 70. Ahora más que nunca, Cristina encarna el proyecto, y va a ser muy fácil ayudarla. Porque después del sacrificio de Nestor Kirchner, no tengo dudas que el pueblo va a acompañar sus ideas como bandera hasta la victoria.

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