12 de julio de 2010

Cristina en China


Tratando de retomar la actividad en el blog, pensé en escribir un artículo sobre los cambios que sigue generando la acumulación de capital en Asia, y como este proceso se aceleró con la crisis financiera y económica internacional, que arrancó en 2008.

Claro que esto no va a influir en las elecciones para el 2011 en la Argentina (o tal vez si). Tampoco va a mejorar o ampliar los derechos de las minorías en nuestro país, o las políticas sociales para disminuir la pobreza (o tal vez si). Ni siquiera va a garantizarnos mejores sueldos o ingresos en los próximos años a nosotros, nuestras familias, amigos y vecinos (o tal vez si). A estas cuestiones de mediano plazo siempre conviene ponerlas en potencial, y evaluar que la lentitud de los procesos no significa que no tengan efectos microeconómicos.

Vinculado en algún sentido con el desplazamiento de liderazgo económico hacia oriente, Natalio Botana escribió el fin de semana un artículo en Clarín sobre el agotamiento del modelo de bienestar europeo, bajo la pesada carga de sus sistemas previsionales, el endeudamiento público, y la crisis demográfica. Europa en 100 años –decimos nosotros- se va a parecer a la Venecia actual. Un paraíso turístico: muy lejos de de las corrientes comerciales que la hicieron poderosa y prospera.

El nuevo modelo económico que se viene, que también será cultural y político, no se conoce con precisión. Si sabemos que este semestre las exportaciones chinas aumentaron un 43 % respecto del año pasado y que su superávit comercial, solo en junio, fue de 20.000 millones de dólares. Este dato no puede tomarse livianamente sin resaltar los bajísimos salarios chicos, y que en su legislación no está permitido el derecho de huelga. Además, los últimos días se conocieron noticias sobre una ola de suicidios en el marco de planes de lucha obrera y arrestos por “perjudicar la producción”. También podríamos agregar que en su sistema político existe un partido único, hay censura previa y la democracia al estilo liberal no existe.

Si bien no nos interesa criticar el modelo chino, si podemos anotar que no es el nuestro. El pueblo argentino ha conquistado después de años de luchas ciertos derechos laborales, políticos y sociales que no va a resignar.

En todo caso, en lo que a nosotros respecta, vale preguntarse que podemos esperar del futuro. Hagámoslo a través de un ejemplo. Imaginemos una zapatería muy bien decorada, con dos empleados de 60 años que se enferman mucho y faltan, por los cuales se pagan salarios altos a causa de su antigüedad. Pero todo eso se compensa con su dedicación a los clientes y conocimiento de lo que venden. El precio, claro está, no es bajo. Bueno, enfrente se instala un negocio enorme, con cientos de empleados que ganan 500 pesos mas comisiones, con productos baratos y de calidad dudosa, etc. El primer caso es, digamos, Italia, y el segundo, obviamente es China. La consecuencia natural en un sistema capitalista como el actual, es que la tienda chica se funda. Así de simple.

Ahora bien, los europeos todavía están lejos de fundirse, porque conservan mucho capital como para modificar su negocio, subsidiar a los que estén mal, y otras estrategias de supervivencia. Pero en definitiva es eso, supervivencia, frente a la alternativa de terminar resignando su modelo, flexibilizándolo para poder competir. Esa es la discusión.

Que le queda al resto del mundo, a los argentinos y sudamericanos, en esta competencia desigual. Como dice Paul Krugman en su artículo de ayer, Estados Unidos está complicado por el peso de su deuda, y en lugar de salir hacia delante, corre el riesgo de entrar en deflación y repetir la parálisis japonesa que ya lleva 10 años de estancamiento. En el ejemplo que dimos, Estados Unidos no sería ese pequeño negocio de zapatos italianos. Es mas bien un gran negocio, de productos de buena calidad, todavía paga buenos salarios e innova en sus productos. Pero es caro, y no tiene interés en aumentar la productividad para bajar costos. Antes que eso, piensa en echar personal, cerrar, y dedicarse a rubros donde pueda competir en mejores condiciones. Es decir, utilizar su capital para trasladar sus factores de producción hacia negocios rentables, antes que resistir donde los chinos serán inevitablemente más eficaces. El costo del cambio es el aumento del desempleo, mientras que los europeos pagarán con menos crecimiento.

Por último, estamos nosotros los latinoamericanos, y argentinos en particular. Nuestro país ni siquiera tiene un negocio de zapatos. Estamos fuera de esa liga. Apenas los brasileños pusieron un puesto en la feria de La Salada, mientras que los mexicanos están peleando para no cerrar el suyo. La Argentina vende cuero para zapatos.

Que Cristina haya ido a China siempre es bueno. La diplomacia presidencial siempre es y será más eficaz con países donde en la cúspide del Estado se toman la mayoría de las decisiones. El contexto de la relación bilateral lo ocupa la extorsión que representa el freno a las exportaciones argentinas de aceite de soja de hace dos meses. Ante este problema, el gobierno de Cristina resolvió bien la cuestión. Acelero la introducción de biodiesel a la matriz energética argentina, que utiliza al aceite de soja como insumo. Con esta medida restó oferta al mercado mundial de aceite de soja. Por un lado, como la Argentina es el principal exportador de aceite de soja del mundo el retiro de parte de su producción generará beneficios por el aumento del precio, y por el otro, se mejorará nuestra matriz energética, demasiado dependiente de combustibles fósiles en manos de multinacionales extranjeras.

Con esta respuesta al plantea hecho por los chinos, ir allá a negociar tiene otro color. No vamos a depender de sus compras, así como tampoco serán los únicos compradores. Es bien diferente a lo ocurrido en la última visita presidencial en el 2004, donde apenas nos estábamos recuperando de la crisis del 2002 y el tema de la deuda externa era el principal punto de la política exterior. Allí fuimos sin nada para negociar, solo con la esperanza de que compren nuestros productos y lleguen inversiones.

Ahora esta previsto que nosotros también hagamos grandes compras por miles de millones de dólares, de tal forma que la relación parece ir logrando cierta bilateralidad, y no sea tan asimétrica. Si ellos no ceden, pagarán un costo en términos de compras argentinas de materiales de alto valor que ellos nos quieren vender.

Volviendo al ejemplo presentado, la cuestión pasaría por aprovechar este escenario de competencia entre las zapaterías viejas y nuevas, para lograr una suba del precio del cuero. Sobre esa base, y la necesaria acumulación de capital subsiguiente, aprovechar las escasas oportunidades para poner nuestro propio negocio, en el cual podamos defender la producción nacional, sin resignar nuestro modelo económico, político y social.

1 comentario:

Leila dijo...

Me gustó el planteo. Cuesta pensarlo porque todavía tenemos la teoría del deterioro de los términos del intercambio demasiado presente. Pero que en estos tiempos se da una revalorización de los porductos intensivos en recursos naturales es una realidad.
Creo que Cristina no se equivoca en decir que tenemos q agregar valor a todos los sectores y diversificar, diversificar, diversificar.
Saludos.