29 de julio de 2009

Lo que cambió y lo que no cambia en el nuevo escenario político


Por Germán Calvi

Para la militancia política argentina, del campo popular y nacional, la derrota electoral que sufrimos el 28 de junio, ratificó esa sensación de derrota de nuestro proyecto que se instaló en la sociedad desde que perdimos la votación en el senado con la 125.
El punto exacto en el que la fuerza política no dió para disputar la renta extraordinaria de un sector y que desnudó además las debilidades propias de quienes impulsamos este proyecto.
Hasta ese momento el kirchnerismo era la opción de poder que nos permitía sostener la ilusión de los grandes cambios para la política argentina, ahí vertíamos toda nuestra voluntad militante, sin especulaciones.
Esa derrota generó una fisura en la identidad política de nuestro movimiento, a través de la cual se colaron todos, pero finalmente, lo capitalizaron los especuladores de siempre.

Veníamos de tan atrás que las políticas industrialistas parecieron políticas revolucionarias, que poner en la cárcel a probados genocidas parecieron actos de un gobierno de izquierda, y nos pensamos tan adelante, que dimos pie al debate de los errores propios al calor del que creció un canal de expresión del descontento de la burocracia de Estado defendiendo su prebenda y peleando por “sus naturales aspiraciones”.

Así, hasta que el descontento de la pequeña burguesía agrícola, la falta de resultados sentidos en los sectores más humildes, la manipulación permanente de la información por los grandes medios, el desagrado de los sectores conservadores a que una mujer, peronista y progresista sea quien debe mandar, los intereses espurios y antinacionales de la derecha de siempre, lograron romper la hegemonía del kirchnerismo primero, construir una alternativa de poder después, y lograr una derrota política luego.

Podríamos decir que estamos como cuando empezamos, derrotados en las urnas por la derecha, sin hegemonía y con el duhaldismo como dueño de parte del aparato pejotista.

Solo que con seis años de desgaste, con las internas copando la agenda, habiendo polarizado el discurso, sosteniendo un escenario a todo o nada, en donde no se ganó la elección legislativa

Lo que veremos ahora, en los conflictos que debemos transitar, es cuánto pudimos acumular las organizaciones sociales y políticas del campo popular y cuánto pudieron sostener y acumular nuestros adversarios y nuestros enemigos, pero exhibido como dos grandes internas partidarias, en donde se puede pensar que habrá tres candidatos a presidente, dos de centro derecha (uno por el pj y otro por la ucr) y uno de centro izquierda (por el pj).

En el nuevo escenario nuestros enemigos aumentaron sus chances de ganar una elección a Presidente de la Nación, pero ¿podrán gobernar este país democráticamente?
En ese nuevo escenario, nuestros adversarios aumentaron notablemente sus posibilidades de mejorar sus prebendas en el Estado, pero ¿harán ellos, desde sus nuevos lugares de privilegio, un mejor aporte al bienestar del pueblo?



En ese nuevo escenario están también las fuerzas populares, los sindicatos, que tendrán que enfrentar un momento de crisis económica con achicamiento salarial, las organizaciones sociales, que tendrán que enfrentar políticas de mayor concentración y menor ejercicio de derechos, los gobernadores de la zona extrapampeana, que tendrán que luchar contra el centralismo unitario y el federalismo pampeano televisivo, las PYMES que viven del mercado interno, el comercio minorista.

Todos estos sectores presentaremos batalla, primero para sostener el rumbo, luego para defender las conquistas y finalmente para evitar que avance un nuevo modelo antipopular.

Por eso, una de las tareas para la militancia es articular a todos estos actores en cada uno de estos momentos. Construir puentes con cada sector de la sociedad argentina recuperando la iniciativa política y la legitimidad social.

No debemos entrar en las antinomias que el enemigo nos propone, las sangrías, las cacerías de brujas, los errores propios, el diálogo, Moreno, la soberbia, la corrupción, la falta de representatividad de alguno de nuestros interlocutores.
La verdadera pelea es hoy, más que nunca, el modelo.
Y este modelo político, que permitió el mayor crecimiento de la economía, con generación de empleo, desendeudamiento externo y fuerte inversión pública, agotó el ciclo del capitalismo que permitió viento de cola y ahora entra en una nueva fase, económica, por la crisis y la desaceleración, y política, por la ruptura de la hegemonía y la falta de apoyo popular.

En lo económico, la disputa por los costos de la crisis genera condiciones de alianza entre la gran industria exportadora y la gran agricultura, que pedirán un dólar altísimo, poniendo techo a la disputa salarial y generando condiciones de mayor desocupación y mucho mayor concentración de la renta. Atrás de este conflicto se colarán los intereses financieros, los especulativos, los del gran comercio.
Todos expresados por políticos con vocación de poder para el armado del 2011, auspiciados gustosamente por las grandes empresas de comunicación.

Para analizar el futuro político debemos poner primero la lupa sobre las políticas de gobierno y luego sobre las alianzas alrededor de las personas que sintetizan cada proyecto, debemos salirnos de la antinomia kirchnerismo/antikirchnerismo, teniendo en claro que representa Cobos y el radicalismo en términos de programa de Gobierno, qué representa Macri y un pedazo del peronismo, qué representa Reuteman… o sea, mirar más allá de las personas, de los potenciales candidatos, entendiendo que este retroceso en nuestra fuerza está mucho más lejos del fatalismo que lo que la impronta del propio Néstor Kirchner le asigna.

La tarea de la militancia sigue siendo la misma: construir poder popular para sostener un rumbo político que nos permita lograr y consolidar la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

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