28 de octubre de 2012

Sobre el aniversario de la muerte de Kirchner y el problema del péndulo en la Argentina.

La Argentina es un pais dual. No existe una unidad de concepción y acción en relación a objetivos e intereses fundamentales. La bendición de la pampa húmeda opera en esta disyuntiva como un elemento de discordia. En términos generales, quienes disfrutan de su renta o la trabajan y se benefician de la generosidad de sus frutos, desde hace doscientos años piden dejar al mercado que distribuya la riqueza, y reclaman para el Estado un papel marginal. Claro que es sencillo hacerlo cuando la herencia o el casamiento ya los colocaron frente a la suerte de contar con cartas ganadoras. Lo que haría el mercado en este caso sería profundizar esta asimetría. Es cierto que el momento de mayor éxito relativo del país fue durante el auge de la división internacional del trabajo planteada por Gran Bretaña. La Argentina era un país despoblado y con millones hectáreas de cereales y carne. El remplazo en la hegemonía por Estados Unidos y el fin del proceso de incorporación rápida y barata de tierras para cultivo, puso un freno grande al modelo de crecimiento hacia afuera vía exportaciones. El aumento demográfico en el país también cambió las necesidades de empleo y consumo del país. El auge de las compañías multinacionales con sus sistemas descentralizados de producción, pero conducción centralizada, y el negocio financiero que opera las veinticuatro horas del día y otorga rentabilidades superiores a las de la industria, redirigió los cuadros de las familias rentistas argentinas hacia estos sectores, por encima de la agricultura o la industria nacional. Formados en el exterior y con valores anglosajones en términos de libertades económicas y desconfianza hacia el Estado, resignificaron el país dual en una nueva división del trabajo, en la cual seguimos siendo tributarios de un centro que decide por nosotros la distribución de la riqueza generada en el país. Este sector social bien educado y movido por incentivos capitalistas de lucro y prestigio, preservación de la propiedad mal distribuida y rentas acumuladas en el exterior, es más fácil de articular que el otro 90 % de la población, con todas las heterogeneidades sociales, geográficas y culturales imaginables. A su vez, según se ha estudiado, hay un porcentaje de la población de ingresos medios, que en lugar de ver a las minorías como contrarias a sus intereses, pretenden asociarse a ellas en el disfrute de la riqueza. ¿Como se corrige esta situación que colocó a la Argentina y a toda América Latina al tope de la desigualdad de ingresos a nivel mundial? A lo largo de nuestra historia no ha sido el Estado, como representación de los intereses colectivos, quien logró movilizar los deseos y aspiraciones de esas mayorías populares. Es más, durante la mayor parte de nuestros doscientos años, la minoría consciente de su condición consiguió transferir al Estado sus deudas y ampliar sus privilegios, por ejemplo, mediante la apropiación de las divisas para fines suntuarios o de especulación, en lugar de destinarlos a industrializarnos. Fueron líderes carismáticos, fueron argentinos salidos de las mayorías plebeyas, quienes consiguieron la acumulación de poder suficiente como para disputarle la conducción del Estado a las minorías y plantear, aún con contradicciones, procesos de redistribución de la riqueza en beneficio del pueblo. Solo la política en términos populares, la democracia como gobierno de la mayoría y la intervención del Estado allí donde el mercado nunca va a distribuir, pusieron freno durante algunos períodos al dominio casi permanente de las minorías en la conducción del país. Ellos fueron Yrigoyen, Perón y Kirchner. Todos los errores, retrocesos y debilidades que se puedan atribuir a estos hombres, no manchan el hecho trascendental que implica haber colocado la principal herramienta de transformación y ascenso social (bien lo saben las minorías que consiguieron sus fortunas gracias a algún gobierno de turno), al servicio del pueblo. Muchos otros quisieron llegar al lugar de estos tres hombres, pero no lo lograron por distintas circunstancias. Está demostrado que la inteligencia nunca suple la capacidad, el coraje, o el don de la conducción de masas y complejas burocracias gubernamentales. No casualmente, fueron sin dudas los tres presidentes mas odiados por las minorías. Al punto de desvalijar la casa de Yrigoyen el día del golpe de estado en su contra, tirando su cama por la ventana, o justificar un exilio de dieciocho años en el caso de Perón. Por suerte, la historia los puso en el lugar que se merecían. El caso de Kirchner también va a tener su juicio histórico. Parece lógico también que a aquella clase media aspiracional, le gustan más los presidentes menos confrontativos. Estos sectores sufren los cambios bruscos en materia económica y piden una estabilidad que en cierta forma los convierte en conservadores de los intereses minoritarios que no disfrutan. Llamativamente, algunos de los líderes que reivindican fueron maltratados durante sus mandatos por haber cedido a las presiones y haber convertido al Estado en una mesa de conciliación de intereses. En definitiva, por no hacer uso de la autoridad que otorga la democracia. Una cosa, entre tantas, que diferencia a Kirchner de Perón e Yrigoyen, es que su proyecto continúa en la presidencia de Cristina Fernández. Perón e Yrigoyen, agigantados por el bronce, se fueron a la tumba y no dejaron un heredero legitimado. Sin pretender compararlos, pues las coyunturas en cada caso harían imposible asimilar hechos y decisiones, el hecho de poder continuar su legado, y promover un recambio generacional, abre expectativas acerca de si podrá superarse el eterno problema pendular de la Argentina. Solo esto puede permitir, por fin, desarrollar un proceso de acumulación de capital y aumento de la productividad industrial, que haga posible incluir a las mayorías en un modelo de desarrollo que nos saque del atraso economico y social. En ese caso las minorías deberían esperar más que un turno para intentar volver al poder, que como casi nunca, está mayormente en Balcarce 50 y no en sus palacios y casas de fin de semana.

No hay comentarios.: