17 de noviembre de 2009

Lo de afuera y lo de adentro




Lo que pase en la Argentina durante los próximos días, semanas e incluso meses no tiene demasiada importancia para el destino del país. Quedarse en el calendario de piquetes, los pases de bando de diputados y los comentarios más o menos intencionados de artistas y periodistas es un ejercicio innecesario. Es tan grande el cambio que esta operando el mundo en estos años, que nuestro futuro depende tanto lo que ocurra afuera, como de lo que podamos hacer nosotros.

Este cambio de época que estamos viviendo representa en primer lugar un paso positivo de la humanidad, porque se está dando sin enfrentamientos militares. Todos los procesos históricos y políticos ocurridos desde la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX estuvieron marcados por disputas por la distribución internacional del trabajo, dominio de colonias, esferas de influencia y recursos naturales.

Estas guerras y la legalidad que se construyó en consecuencia para dar estabilidad a una determinada correlación de fuerzas, le permitió a los Estados Victoriosos suficientes márgenes de acción como para acomodar sus políticas y economías a las cambiantes situaciones del comercio internacional y la diplomacia. Es decir, para no perder sus privilegios y la capacidad de cambiar las reglas si entendían que su posición estaba amenazada.

En nuestra región, cada proceso tuvo su correlato en gobiernos que se fueron aliados menores de los Estados Victoriosos de cada confrontación, y que durante todo el periodo referido estuvo liderado por Europa Occidental y Estados Unidos. Ninguno de nuestros gobiernos dejó de representar un sujeto histórico previsible y equivalente con otros gobiernos de la región, de acuerdo al grado de desarrollo industrial y la propia cultura nacional, y que con mayor o menor éxito procesó las demandas sociales de su época.

Lo que esta pasando ahora, es que esos Estados Victoriosos no están pudiendo dar con las reglas que le garanticen continuar con su posición de privilegio. Europa va camino a convertirse en una gran Venecia, que pasó con los siglos de centro comercial a postal de enamorados. Mientras que Estados Unidos enfrentará el desafío de contener la conflictividad social interna, por no poder sostener sus niveles de consumo actuales. Por eso, están admitiendo nuevos socios al club de quienes escriben las leyes, con la idea de compartir con los Estados Emergentes la conducción del proceso histórico, pero sobretodo para hacerlos participes de la responsabilidad de sostenerlo. En esa lógica se inscribe la consolidación del G-20 y el aporte de los más grandes Países Emergentes al FMI, entre otras medidas.

El asunto es que esos Países Emergentes, entre los cuales estamos nosotros, tienen su propia agenda y su propia medicina para la etapa histórica. La crisis financiera y de la economía real que estamos atravesando es el primer test de esta nueva Gobernabilidad Mundial.

En este punto se inscribe el comentario del editorialista norteamericano sobre la reciente visita de Obama a Pekín, y la tragedia que significa para el país más poderoso del mundo, depender comercial y financieramente de China:

“los chinos no parecen entender la situación: en vez de enfrentar la necesidad de cambiar de política monetaria, han preferido sermonear a Estados Unidos, diciéndonos que debemos subir las tasas de interés y reducir el déficit fiscal. Es decir, empeorar aún más nuestro problema de desempleo”. Paul Krugman en The New York Times.

El comentario de las autoridades chinas suena a aplicarle a Estados Unidos su propia receta frente a los desajustes de las economías emergentes en la década del noventa.

¿Qué pueden hacer nuestros países en este contexto en la parte que les toca, como para no desaprovechar la oportunidad histórica de jugar en primera por única vez en nuestra historia?

En primer lugar, tienen la posibilidad de elegir opciones, cuando hasta hace unos años el único camino era el ajuste. Para poder ser parte en ese juego internacional lo primero debe ser lograr cohesión social interna, de forma tal que quede tiempo y recursos como para disponerlos en el tablero internacional. Esa cohesión se logra resolviendo dos temas complejos. Incluyendo a los excluidos, lo que está en camino de lograrse gracias a planes como la asignación universal a la niñez; y en segundo lugar, trabajando en definir el perfil de inserción internacional a largo plazo de los paises, asunto que ha sido responsable del atraso argentino de los últimos 30 años, y que no ha sido posible resolver hasta ahora.

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