17 de febrero de 2012

Otro punto de vista en torno a la discusión por Malvinas




Cuesta creer que el Primer Ministro Británico haya llamado al Presidente Chileno para hacerle cambiar el apoyo de su país a la soberanía argentina en Malvinas. Lo mismo cabe para la visita del canciller británico a Brasilia el 18 de enero, cuando tuvo que escuchar en público a su colega brasileño afirmar que Brasil apoya la soberanía argentina sobre las Malvinas, y le recordara las resoluciones de la ONU que instan a los dos países a negociar.

Más que revertir la medida tomada por MERCOSUR de prohibir la entrada de buques a los puertos de la región, que tiene un efecto más político que económico, es probable que el gobierno de Cameron se haya propuesto fortalecer los vínculos en Sudamérica al más alto nivel, para evitar que prosperen nuevas medidas de aislamiento propuestas por la Argentina.

Seguramente, el gobierno de Londres le echo la culpa a las anteriores administraciones de haber descuidado la diplomacia en esta parte del mundo, y pidió a sus embajadores en la región que dupliquen sus esfuerzos para deslegitimar al gobierno argentino y buscar interlocutores directos entre las Islas y la sociedad civil de Sudamérica. Nada de lo ocurrido durante los últimos días es casual. En esta línea se observa el viaje de 19 empresarios uruguayos a Malvinas promovidos por la Cámara de Comercio Británica, la violencia de los “soldados de Malvinas” en la puerta de la Casa Rosada y en plena 9 de julio delante de todas las cámaras, la falaz nota periodística de jóvenes argentinos que no apoyan el reclamo de soberanía, y varios artículos de idiotas a sueldo, como Lanata, Caparros y Silvina Walger, que odian tanto a Cristina que para criticar su posición banalizan el tema. Un recuadro especial merece la noticia de color difundida en todo el mundo del regalo de San Valentin que la duquesa Kate Middleton le envió al principe Guillermo, en misión militar a las Malvinas.

Pero más allá del duro intercambio verbal de los gobiernos y del intento británico de provocar una reacción desproporcionada de parte de Argentina, si pueden anotarse tres hechos significativos que cambian decisivamente el escenario sobre el tema Malvinas respecto de la década del ochenta, en incluso los noventa.

El primero es el apoyo unánime de la región al reclamo argentino. En esto tiene que ver el fortalecimiento de las democracias sudamericanas y la creciente autonomía de sus políticas exteriores, en este caso para contradecir los intereses de una potencia nuclear. Desde ya también la integración y cooperación regional en todas las áreas, incluyendo la militar, de forma tal que no existen incentivos para ningún país en mantener una relación privilegiada con una potencia extraregional, como para disuadir a algún vecino molesto. Tabaré Vázquez fue duramente criticado en su país por haber intentado algo por el estilo durante el conflicto por Botnia.

El segundo punto relevante es la declinación de Gran Bretaña como potencia global. Ya no se trata de su reemplazo por Estados Unidos en materia de manufacturas o finanzas, hecho ocurrido luego de la segunda guerra mundial. Es que el tamaño de su economía ya es menor a la de Brasil y su diplomacia no cuenta siquiera con el manejo del acceso a su mercado para nuestros productos agropecuarios. Esa decisión está en manos de los burócratas de la Unión Europea. Para colmo, los recortes presupuestarios y la crisis en la Europa continental la condenan a un crecimiento escuálido para los próximos años.

Por último, la clave es la revalorización de las materias primas en el marco del ascenso pacífico de China en el nuevo escenario del poder mundial. En apenas veinte años todo ha quedado patas para arriba. Las manufacturas se abarataron, y las materias primas, otra vez escasas, volvieron a revalorizarse, para convertirse en recursos estratégicos, más allá de su valor de mercado.

Los británicos, como los europeos en general, están perdiendo terreno en la competencia con China en África. El norte del continente negro era su última frontera, comparable al Caribe para Estados Unidos. La primavera árabe se enmarca en esta nueva etapa, en la cual la acción militar no está descartada, en la medida que la diplomacia no tiene demasiado que ofrecer. Incluso las políticas migratorias, cuestión tan importante para los gobiernos de África, están también en manos de Bruselas. En el caso de Libia, por ejemplo, China tenía antes de la caída de Kadafi, 35.000 trabajadores de la industria del petróleo y la construcción, proyectos de infraestructura por 18 mil millones de dólares (entre ellos estaba terminando 100.000 viviendas) y compraba el 11 % de su petróleo.

Recién este mes de febrero de 2012 un ministro chino llegó a Trípoli para comenzar el lento proceso de reclamar por sus inversiones, además de la caída de todos los contratos, que el nuevo gobierno pretende mantener “en la medida que beneficien al pueblo libio”.

En este contexto, la disputa por Malvinas toma otra dimensión. Sudamérica percibe que un país extracontinental está explorando la plataforma continental en busca de la continuidad del yacimiento encontrado por Brasil frente a su costa. Los británicos necesitan una renta que los saque del estancamiento y el agotamiento de los pozos petroleros del Mar del Norte. En unas décadas, comenzará la exploración de los recursos naturales que todos saben que existen en la Antártida, y la presencia británica en el Atlántico Sur se justifica solo por eso, aunque no haya en Malvinas más petróleo que un solo barril.

Esta claro que ningún gobierno del Reino Unido va a entregar las Malvinas, a menos que un interés vital para su país esté en riesgo, o la conveniencia económica los haga cambiar de opinión. Probablemente los británicos que ganaron la guerra del Opio y humillaron a China en 1850, pensaron que la devolución de la isla de Hong Kong en 150 años, como se estableció, nunca se produciría. Pero en 1997 debieron entregarla, porque era mas costoso decirle que no a una nación de 1.300 millones de habitantes, cohesionada, prospera y en ascenso.

Por eso, estamos en el camino correcto. Una explotación petrolífera de altísimo costo en Malvinas difícilmente pueda sostenerse sin una mínima red de abastecimiento en Sudamérica. Puede que nuestra generación no vea el fruto de esta política madura y coherente. Pero está claro que la Argentina inserta en una Sudamérica próspera, unida y pacífica, tendrá muchas más chances de lograr el objetivo más temprano que tarde.