8 de agosto de 2011

Aislados del mundo




A poco más de dos meses de la elección presidencial, el clima de campaña en la Argentina no parece el habitual en un escenario electoral. La mayoría de los candidatos, tanto nacionales como provinciales, han decidido postergar toda afirmación de una política pública determinada, para concentrarse en transmitir mensajes de unidad, de confianza, de cercanía con el elector, de “imágenes que generen emociones, en lugar de discursos que postulen ideas”, como dice Duran Barba.
La coincidencia del slogan entre Scioli, Luis Juez y la dupla Alfonsín-De Narváez: “yo creo en vos” es una perlita que nos debería dejar pensando. ¿Es preciso decir tan poco? O mejor dicho, no decir nada. Posiblemente en las encuestas, la importancia del “Estado”, de “la política”, de “lo público”, haya caído profundamente desde el año 2003 hasta acá. La gente tiene más confianza en conseguir lo suyo por sus propios medios, cuando no piensa que el Estado en general estorba, o es injusto en el reparto de beneficios sociales.
Entonces esa apelación a la unidad, a evitar conflictos, a la paz, a superar la contradicciones y concentrarse en lo que nos mantiene “juntos”, otra palabra que estaba en la campaña de Macri y Aguad en Córdoba, se manifiesta como conservadora, como expresión de la satisfacción de la mayoría con el status quo. “Juntos” significa también “no sin mi consentimiento”. Es decir, ningún cambio en el que no se alcance el “consenso”, lo cual habilita a toda minoría a bloquear cualquier cambio.
Esta fantasía de país en paz y unido fue también el eje de la campaña de aquel joven Obama, allá por el 2008. Frente a la división y polarización que había generado Bush en su mandato, provocando que no se pueda hablar de política en muchas casas norteamericanas para evitar peleas, Obama venía a recomponer todo lo que los hacía ser parte de una misma nación, orgullosa de su historia y de sus valores.
Lamentablemente para Obama, pero sobre todo para quienes votaron por él, su exitosa campaña no pudo hacer nada contra el surgimiento de un poderoso grupo conservador de derecha, conocido como Tea Party. En los primeros días de agosto, un agotado Obama debió ceder a la presión de esta minoría y promulgar una serie de recortes del gasto que van contra sus promesas más sensibles, a cambio de un escuálido alivio en la extensión del tope de la deuda externa. Y esta fue solo una de las tantas derrotas que una minoría de derecha le provocó a quien venía a “gobernar para todos y todas”, y que no supo o no quiso, mientras pudo, utilizar su poder para hacer de Estados Unidos un país más justo, mas productivo y más saludable ambientalmente.
Hay que ver las cosas que se dicen sobre el “terrorista” Obama desde estos sectores, para darse cuenta que la “unidad” con estos grupos es imposible.
¿Y que pasa en otras partes del mundo? La crisis económica esta acumulando demandas insatisfechas en el Reino Unido, Irlanda, Portugal, Italia, España, Israel y sobretodo en Grecia. Ya han caído varios gobiernos, hay elecciones anticipadas, y los debates en los sistemas políticos están lejos de buscar consensos. Los paquetes de ajustes se aprueban con apuro y con los votos justos, sin sobrarles nada. Además, los conflictos se expresan en la calle y con la policía reprimiendo a los manifestantes por puro deporte, que se indignan por lo palos y porque están pagando los platos rotos de los banqueros y su codicia. Incluso, sus manifestaciones ya no solo se limitan a lo económico, sino que también aparecen reclamos por otros motivos, como el racismo, el aumento de precios y la violencia policial.
Nadie en estos países está apelando a la “unidad”. Lo que quieren es no ver mas a los responsables de la crisis, quieren echarlos a todos, y si es posible ver gente presa. Hay claramente un “nosotros” y un “ellos”, como nos pasó a nosotros en 2001. Decirles que “juntos es mejor” es insultar su inteligencia.
También en Chile por estos días hay palos para los estudiantes que reclaman algo que nosotros tenemos, como es la educación pública gratuita en todos los niveles, demanda social que ya convocó su primer paro general. Las encuestas dicen que el 80 % de la población está de acuerdo con el reclamo. Por contrapartida, Piñera bajó su popularidad hasta un mínimo del 26 %. A ningun manifestante se le ocurriría apelar a la “unidad” con la derecha de Chile, uno de cuyos exponentes más importantes acuso a los manifestantes de “inútiles subversivos”.
Es decir, la democracia es básicamente un sistema para procesar las demandas sociales insatisfechas por vías pacíficas. Lo peor que puede hacerse es negarlas, silenciarlas o reprimirlas como forma primaria para evitar que crezcan, se unan con otras y terminen adquiriendo una expresión política, que sería lo ideal, o una reacción violenta, que ya tuvimos demasiado.
Ahora bien, quienes luchan por ampliar sus derechos o tan solo defenderlos, lo hacen frente a quienes no quieren concedérselos, eso es lógico, como lo postula Laclau. Y eso determina identidades, parcialidades, minorías y mayorías que impiden el surgimiento de un “nosotros”, de un “juntos”, como postulaba Obama, y repiten hoy tantos candidatos en la Argentina.
A esta altura es clara la intención de diferenciarse del estilo confrontativo con el cual las editoriales de los diarios hacen hablar a Cristina Fernandez de Kirchner. Pero eso no va a evitar la dialéctica de confrontación/cooperación que hace a la vida pública en todo el mundo, aunque quieran mantener a la Argentina aislada del mundo.