8 de enero de 2009

La escalada de los halcones como estrategia electoral


Por Carlos Fusco

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, según lo expresaba Von Clausevitz, no queda claro cuál es la que estaría sustentando al ataque israelí en Gaza, a todas luces inútil pues los cohetes palestinos continúan internándose cada vez más en territorio israelí, el descrédito internacional va sepultando cada vez más al gobierno en un mar de críticas, y por último, la supuesta razón invocada de combatir el terrorismo cae por su propio peso ya que el ataque se está convirtiendo en un virulento revulsivo que está produciendo más y más voluntades decididas a unirse a las filas de las organizaciones insurgentes árabes, incluso aquellas más radicales y que hacen de la inmolación su táctica de combate.

La herencia del gobierno de George W. Bus en Oriente Medio no es otra cosa que caos, violencia y un nivel de degradación del ser humano pocas veces visto, poblaciones enteras vienen siendo empujadas a una de las catástrofes humanitarias más graves de la historia.

Irak, Afganistán, Paquistán (incluyendo el reciente agravamiento del conflicto con India a causa de los ataques terroristas de Mumbai) y el siempre latente fantasma de una guerra con Irán, no hacen más que ratificar la idea de que el incremento de los niveles de agresión en esta zona caliente del mundo por parte del gobierno israelí, eterno aliado de Washington, no es otra cosa que una nueva quimera pergeñada en la lógica de este socio, donde la persecución y muerte del enemigo invisible se concreta lanzando un ataque monumental en todos los frentes cobrándose a la vez miles de inocentes víctimas civiles, en lugar de eliminar las condiciones que hicieron propicia la aparición en escena de la amenaza terrorista, no pocas veces, relacionadas con injusticia, hambre y exclusión de los derechos más elementales.

Sin embargo, los tintes electorales que parecería tener esta vez el conflicto armado de Gaza -según algunos sospechosamente diseñado para reforzar la posición en las encuestas de los duros del gobierno de Tel Aviv- estarían eliminando toda lógica para ingresar en el cenagoso terreno de la paradoja: si los halcones de un lado se fortalecen, entonces crecerán los del otro, que a su vez con su amenaza de crecimiento no hacen más que fortalecer a los primeros. Una auténtica escalada de halcones en un ámbito donde la noción de miedo parecería adquirir valor electoral, haciendo correr como reguero un mecanismo muy semejante a la psicosis colectiva donde la única salvación posible estaría en contar con un liderazgo rígido y dispuesto a todo.

Sobran los ejemplos históricos acerca de qué tipos de gobierno genera un mecanismo de este tipo en electorados atemorizados por un gran terror, ni más ni menos que otro gran terror. En cualquier caso, si hay un colectivo capaz de interpretar desde su propia memoria histórica el significado de la pérdida de miles de víctimas civiles inocentes, justamente ese colectivo debería ser el pueblo israelí. Si así ocurriera, la escalada de los halcones no debiera dar el resultado electoral esperado. No obstante, pareciera estar ocurriendo lo contrario y una nueva guerra está dejando otra vez al ser humano en la frontera con el absurdo más cruel.